miércoles, 30 de marzo de 2016

El Peñón de Armas

 En la crónica anterior hice algunas consideraciones de carácter general sobre los tres peñones del Puerto de la Cruz y empecé a describir el peñón más cercano a la Plaza del Charco, que se denominó Peñón de Blanco por pertenecer a los hermanos Cristóbal y Nicolás Blanco, una poderosa y rica familia irlandesa, que se afincó definitivamente en nuestro pueblo. Mencioné asimismo, el intento fallido del Marqués de Villanueva del Prado, Alonso de Nava y Grimón, para obtener la cesión de este terreno, al objeto de construir un Jardín Botánico en esta zona. En esta nueva crónica voy a seguir narrando algunas vicisitudes relativas a este peñón.
La Visita de Charles Piazzi Smyth al Puerto de la Cruz (1856)
Charles Piazzi Smyth (1819-1900), nació en Italia, concretamente en la ciudad de Nápoles, siendo fruto del matrimonio del almirante inglés William Henry Smyth con una italiana de nombre Annarelia Warington. Años después, la familia se estableció en Bedford (Inglaterra), ciudad en la que había un observatorio donde el joven Charles Piazzi tuvo sus primeros contactos con la astronomía, ciencia a la que se dedicó enteramente.
A los 16 años trabajó como asistente de Thomas Maclear en el Cabo de Nueva Esperanza (África), desde observó el Cometa Halley y el Gran Cometa en 1843. Dos años después, en 1845, fue nombrado Astrónomo Real de Escocia, con sede en el observatorio de Calton Hill en Edimburgo y profesor del Astronomía en la universidad de esta localidad escocesa.

Jessica Piazzi Smyth
Charles Piazzi Smyth
 Charles Piazzi Smyth se casó en 1856 con Jessica Piazzi Smyth y tres meses después, en su viaje de luna de miel, vinieron a Tenerife en el verano, a bordo del yate Titania, con una tripulación de 16 hombres. El yate se lo prestó su amigo George Stephenson, miembro del Parlamento inglés, y además obtuvo una subvención de 400 libras esterlinas otorgada por la Royal Society de Londres, que fue insuficiente para sufragar los gastos del viaje, lo que finalmente pudo hacer por la buena situación económica de su esposa. 
Partieron de Southampton el 24 de junio de 1856 y llegaron al puerto de Santa Cruz de Tenerife el 8 de julio, donde fueron recibido por las autoridades tinerfeñas y el cónsul inglés Mr. Henry John Murray. El barco siguió luego hasta el Puerto de la Cruz de la Orotava, donde descargó el importante instrumental científico que traía a bordo.
Piazzi Smyth trajo a Tenerife, entre otros instrumentos, un telescopio montado de 1,88 metros, con el fin de conjugar su luna de miel con el trabajo, pues quería examinar las posibles ventajas que podría proporcionar un observatorio de alta montaña para la mejor observación del cielo. El 14 de julio de 1856 comenzó su ascenso al Teide, acompañado de su esposa, el guía, un criado y varios acemileros, estableciendo dos campamentos, uno en Guajara y otro en Altavista, desde donde realizó sus observaciones. 

Piazzi en Guajara

Los resultados científicos que obtuvo de sus observaciones, detallados en varios informes dirigidos tanto al Almirantazgo Británico como a la Royal Society de Londres, hacían hincapié en la ventaja que suponía observar el cielo, desde un lugar provisto de una atmósfera limpia, tal como era la de Las Cañadas en la isla de Tenerife.   
Durante su estancia en la isla, el matrimonio se hospedó temporalmente en el Sitio Smyth. es decir, el antiguo Sitio Litre, que por aquel entonces era propiedad del matrimonio inglés Charles y Ann Smyth [1], quienes lo habían adquirido y residían con carácter fijo en este lugar. A su regreso a Londres, Piazzi Smyth escribió y publicó en 1858, un libro titulado "Teneriffe, an astronomer's experiment", es decir, "Tenerife, las experiencias de un astrónomo", en el que relató su viaje a la isla y los resultados obtenidos en sus observaciones astronómicas. El libro está ilustrado con 20 fotografías estereoscópicas que tomó durante su estancia en la isla. Actualmente existe una traducción del libro realizada por Emilio Abad Ripoll y publicada [2] con el título "Más cerca del cielo. Tenerife. Las experiencias de un astrónomo" y también, un interesante artículo publicado en el periódico El Dia por José Manuel Ledesma Alonso [3].


                                                Libro "Teneriffe, an astronomer's experiment"

             Piazzi era un astrónomo muy aficionado a la fotografía y para realizar estas imágenes contó con la inestimable ayuda de su esposa Jessica Piazzi. Entre las fotografías realizadas, destacan las vistas con el telescopio, dos fotografías del drago de La Orotava, que poco tiempo después fue abatido por un huracán, y una foto estereoscópica del Teide, visto desde el Puerto de la Cruz de La Orotava, así como otra foto del Puerto de la Cruz [4].
Evidentemente, esta última fotografía es la que más conviene a nuestro relato, pues probablemente pertenece al grupo de las más antiguas fotografías de nuestro pueblo y es, por supuesto una foto del Peñón de Blanco. En ella se ve a Piazzi en las cercanías de este peñón, charlando con dos personas. La imagen fue tomada desde la Calle Nueva, que era la denominación que por entonces tenía la calle de Teobaldo Power.


Charles Piazzi Smyth hablando con dos personas y al fondo el Peñón de Blanco. 1856  

En las siguientes fotos, que son detalles ampliados de la foto anterior [5], se ve la gran mole de la roca volcánica, recuerdo durante milenios de las grandes erupciones que dieron origen a nuestro pueblo. Se aprecia claramente, que en su cúspide tenía colocada una cruz empotrada en la roca.          

Detalle de la foto principal

                                                         Detalle de la foto principal

Conviene tener en cuenta que probablemente sea ésta una de las fotografías más antiguas de nuestro pueblo, pues como ya dije anteriormente data de 1856.
El Peñón de Armas
En los tantas veces citados Anales de A. Rixo, en sus comentarios acerca del año 1869 afirma [6]:”El mismo Regidor Armas [7] obtuvo del ayuntamiento previa citación a los herederos de la familia López, permiso para romper el molesto espigón de risco que saliendo de la base del Peñón denominado de Blanco, obstruía el paso a la parte de la calle de Puerto Viejo. Y para resarcirle de los 140 reales de vellón invertidos en esta reforma se le concedió la propiedad del citado Peñón y su sitio contiguo, lleno de escombros y basuras para que lo beneficiase contribuyendo a la higiene pública”.                                                                                                                                                               Creo que a partir de este momento, lo adecuado de aquí en adelante, es citar al peñón que estamos describiendo como Peñón de Armas, siguiendo el mismo criterio por el que anteriormente era denominado Peñón de Blanco, pues como vemos, fue Pedro Armas López, a quien A. Rixo llama Regidor Armas, quien quedó como su propietario, en compensación y como pago en que se evaluaron los trabajos que efectuó por encargo municipal, para hacer más cómodo el tránsito por la calle de Puerto Viejo.
Me parece oportuno realizar algunos comentarios acerca del personaje que A. Rixo menciona nombrándolo como Regidor Armas, es decir, en lenguaje actual, el Concejal Armas.
Pedro de Armas López
Cuando A. Rixo menciona al Regidor Armas, se está refiriendo al portuense Pedro de Armas López (1835-1881), conocido en nuestro pueblo con el alias de “Guía”, que era maestro de albañil y contratista de obras.  A través de su cédula de inscripción en el Padrón Municipal del Puerto de la Cruz realizada el 31 de julio de 1875, y rellenada de su puño y letra, sabemos que estaba casado y vivía con su esposa Emilia Bethencourt Cruz y sus ocho hijos, Pedro, Julia, Manuel, Emilia, Tomás, Aurelio, Domingo e Isabel, de 18, 16, 14, 13, 12, 7, 5 y 2 años, respectivamente.


Cédula de inscripción de la familia Armas López. Archivo Municipal P. de la Cruz














El matrimonio vivió entre 1860 y 1867 en el número 10 de la calle de Santo Domingo, y luego, a partir de 1867, pasó a vivir al nº 30 de la calle de San Felipe, en una casa situada frente a la Iglesia de la Peñita, que hacía esquina entre las calles Villanueva y San Felipe. La casa en que vivió Pedro Armas López con su familia, actualmente no existe, pero hasta bien entrado el siglo pasado estuvo en el sitio descrito.


  P. Armas López vivió en la primera casa de la esquina, frente al Calvario 

La situación económica de Pedro Armas López y su familia, no debía ser mala y es destacable que, según confiesa en el padrón municipal, tanto él como su esposa y sus cinco hijos mayores, sabían leer y escribir, salvo su hijo Domingo de 5 años que sólo sabía leer y de su hija pequeña Isabel, que por su corta edad (2 años), no sabía leer ni escribir. Menciono estos datos, que hoy nos parecen aparentemente triviales, porque en las últimas décadas del siglo XIX, el índice de analfabetismo de la población portuense era bastante alto y que Pedro Armas, su esposa y sus hijos mayores supiesen leer y escribir, era sintomático de una buena posición económica y social.
Pedro Armas fue un hombre muy emprendedor que se dedicó a su oficio de maestro de obras, en el que actuaba como contratista, un ejemplo de lo cual lo tenemos en la primera referencia relativa al arreglo de la calle Puerto Viejo, citada anteriormente en esta crónica. También intervino activamente en el alumbramiento de aguas subterráneas, pues la escasez de agua en nuestro pueblo era crónica y este problema se intentaba paliar buscando agua en otras zonas. Por esta razón, en 1865, impulsó la creación de una asociación para la extracción de las aguas subterráneas de Palo Blanco, en el municipio del Realejo Alto, englobado actualmente, junto al del Realejo Bajo como bien se sabe, en un único municipio denominado Los Realejos.
La sociedad que creó para la explotación de las aguas subterráneas tenía 80 acciones, de las que Pedro Armas se reservó 20, o sea el 25% de la sociedad, vendiendo las restantes a 4000 reales cada una. El modo de pago de las acciones por parte de los asociados a la empresa, era del siguiente modo: cada accionista tenía que abonar 400 reales a la celebración del contrato y además, debía pagar mensualmente 35 reales durante 20 meses seguidos. Finalizado este periodo, tendría que satisfacer 2900 reales restantes, para completar el precio estipulado de 4.000 reales que costaba una acción y llegar así finalmente, a ser accionista propietario de la sociedad que se denominó Empresa de Aguas de Palo Blanco.   
Pedro Armas consiguió 40 personas que compraron las acciones, algunos de las cuales eran vecinos del Puerto, siendo la mayoría de ellos, propietarios importantes del Valle de la Orotava. Podemos darnos una idea de la posición económica de los accionistas, sin más que mencionar que entre ellos se encontraban Víctor Pérez González, Andrés González de Chaves, Francisco Ponte Llarena (Marqués de la Florida), José Llarena y Ponte (Conde del Palmar), Elena Benítez de Lugo (Marquesa viuda de la Florida), Agustín Espinosa Estrada, Diego Arroyo y Soto, Diego Benítez Monteverde (Marqués de Celada), Tomás Zamora Gorrín, a la sazón alcalde del Puerto de la Cruz, etc., es decir, una parte importante de la buena y acomodada sociedad del Valle de la Orotava.
Comentaré finalmente, que el alumbramiento del agua llegó a producirse, pero en una cantidad inferior a la esperada y a la prometida en las escrituras, que se estipuló en 4 pajas [8] por acción, no obteniéndose sino 2,5 pajas. Este incumplimiento de una de las cláusulas del contrato, le ocasionó muchos problemas económicos a Pedro Armas, pero queda fuera del alcance de esta crónica el seguir narrándolos.
Otra muestra palpable del carácter decidido y emprendedor de Pedro Armas López se puso de manifiesto, cuando se presentó conjuntamente con su cuñado Dionisio Bethencourt Cruz, a una convocatoria para la realización de las obras de abasto público de aguas a la ciudad de La Laguna. Esta obra le fue adjudicada como único postor de la subasta pública, en 11.431 pesetas y cincuenta céntimos.
La adjudicación fue hecha el 27 de octubre de 1871 en una subasta pública presidida por el por entonces alcalde de La Laguna, D. Martín Antonio Bello y la escritura del contrato se celebró tres días después, previo depósito de 114,31 pesetas, pues según estipulaba la ley, el contratista responsable debía depositar el 1% del montante del presupuesto total de la obra.
La traída del agua desde Las Mercedes y su conducción por el interior de la ciudad de La Laguna, tuvo diversas vicisitudes, pues los vecinos se quejaron en diversas ocasiones por las molestias ocasionadas, al tener abiertas simultáneamente varias calles, pero finalmente, el 25 de noviembre de 1871, Pedro Armas entregó la obra totalmente ejecutada. Una vez terminada, la obra fue recibida provisionalmente por una comisión del ayuntamiento de La Laguna, que después de examinar y revisar los trabajos ejecutados, dio su visto bueno al encontrar que estaban acordes con lo estipulado en el contrato. Dos años después, en marzo de 1873, se hizo la recepción definitiva de las obras.

Finalmente se muestra un vídeo de Museos de Tenerife tomado en el Royal Observatory de Edimburgo, narrando la peripecia de Charles Piazzi Smyth en su viaje a Tenerife.









1 El Sitio Smyth, es el nombre que recibió el Sitio Litre después que lo adquirieran Charles Smyth y su esposa Ann en 1852. Este sitio perteneció a esta familia, hasta que sus herederos lo vendieron en 1996 al empresario John Lucas.
  
2 Más cerca del cielo. Tenerife. Las experiencias de un astrónomo. Emilio Abad Ripoll. Ed. Idea, 2002.

José Manuel Ledesma Alonso, El Día-La Prensa, 8-VII-2006.


4 Las fotos pertenecen al The Royal Observatory of Edimburg. 


Agradezco a Alejandro Carracedo Hernández su trabajo fotográfico, al preparar en blanco y negro, los dos detalles de la fotografía original del Peñón de Armas que se muestran en esta crónica.


6 Anales, p. 488.

Se refiere a Pedro de Armas López, que fue elegido, por votación popular, regidor del ayuntamiento portuense en las elecciones de 1869, cuyo ayuntamiento estuvo presidido por Wenceslao Luis y Delgado. Anales p. 484.

8 La galería tenía un caudal de 250 pajas, o sea, 250 pipas por hora, equivalente a 10000 litros a la hora.

miércoles, 23 de marzo de 2016

El Peñón de Blanco


En las crónicas anteriores pusimos nuestra atención en la antigüedad del suelo sobre el que al correr de los siglos se asentó nuestro pueblo, que según los datos proporcionados por el estudio del geólogo Juan Carlos Carracedo Gómez, debe fijarse en torno a los 30.000 años.
En esta nueva entrega, vamos comentar las consecuencias más visibles de aquellas erupciones que dieron origen al suelo anteriormente citado, algunas de las cuales permanecen aún hoy día muy claramente asentadas sobre el suelo de nuestro pueblo, mientras que otras han desaparecido. Me refiero a los peñascos formados durante las violentas erupciones de los volcanes, que en su recorrido dejaron unos enormes peñascos llamados peñones, que son un recuerdo perenne de las viejas erupciones citadas.
Los Peñones: consideraciones generales
            La cantidad de lava expulsada por los volcanes tuvo que ser muy importante y este hecho, unido al pronunciado desnivel existente entre los volcanes y la costa, hizo posible que estas enormes moles de roca fueran deslizándose, lenta pero inexorablemente, sobre las coladas más fluidas, flotando sobre ellas, y rellenando poco a poco la antigua bahía que se extendía desde Punta Brava hasta Martiánez. Una vez que el suelo se fue estableciendo por el enfriamiento de la lava, el avance de las siguientes coladas tuvo que ser más rápido, pues ya no eran frenadas por el mar.
Ignoramos cuanto tiempo tardó en rellenarse completamente la antigua bahía y si el suelo originado fue fruto de una única y brutal erupción o si el proceso de crear un suelo sólido donde antes sólo había mar, duró mucho tiempo, lo que por otra parte parece la hipótesis más lógica.
Podemos imaginar que la lava fue creando el suelo en zonas cada vez más lejanas a los focos de emisión y esto probablemente sería un freno para el avance de las coladas posteriores, Parece probable que, dada la diferencia de nivel entre las zonas altas de nuestro pueblo y la costa actual,  durante mucho tiempo la lava se fuera acumulando en las zonas altas y que sólo después de un largo tiempo la erupción fuera llegando a lo que hoy llamamos la costa, que se encuentra jalonada de rocas volcánicas.
Dada la enorme masa que tienen estos peñones, podemos hacernos una idea de la magnitud de la corriente de lava que debía fluir de las erupciones, para que estas moles de piedra, pudieran mantenerse flotando y desplazándose lentamente hacia la costa, a lo largo de una considerable distancia. Sin embargo, hay que tener en cuenta para comprender como estas peñas de enorme masa pudieron moverse a lo largo de kilómetros, que a pesar de su enorme peso, flotaban sobre una masa fluida de lava fundida, de muy similar densidad, pero un poco más baja.
El tema es, hasta cierto punto, comparable a la flotabilidad de las enormes masas de hielo de los icebergs, que una vez se desprenden de un glaciar y cuando al final de su recorrido llegan al mar, son capaces de mantenerse flotando, manteniendo la mayor parte de su masa sumergida, mientras que el resto sobresale del agua, hasta llegar a una situación de equilibrio, en la que el empuje ejercido por el agua del mar hacia arriba, llegue a contrarrestar el peso del iceberg, que es una fuerza opuesta a la anterior y tiende a sumergirlo.
Se estima de manera aproximada, que de un iceberg sólo sobresale del mar una novena parte de su masa, lo que explica que estas rocas gélidas constituyan un auténtico peligro para la navegación marítima, ya que su peso y longitud pueden llegar a ser enormes, alcanzando en ocasiones muchos kilómetros de longitud y desde cientos de miles hasta millones de kilos de masa. Esto es posible. porque la densidad del agua disminuye al congelarse, siendo un caso único, ya que por lo general, las densidades de los cuerpos en estado sólido suelen ser mayores que las de los mismos cuerpos en estado líquido.
El comportamiento anómalo del agua sólida es enormemente positivo, pues es lo que hace posible que los icebergs floten y que así aíslen del frío exterior al resto del mar, hecho que permite que los océanos polares sean muy ricos en vida animal.
Se estima con carácter general, que las densidades de los cuerpos magmáticos expulsados por los volcanes oscilan entre 2,2 y 3,0 Kg/m3, dependiendo de su naturaleza y, aquí está la diferencia con el agua, este valor es algo más bajo que el de las rocas sólidas de la corteza, o sea, lo contrario de lo que le ocurre al agua, que es una excepción a este regla. En base a este dato, un peñón sólido tendría que haberse deslizado sobre la lava manteniendo una muy considerable parte de su masa sumergida en la lava fundida. Si así hubiera sido, la altura y magnitud de la corriente de lava tendría que haber alcanzado un valor considerable, teniendo en cuenta la altura de algunos de los peñones del Puerto de la Cruz.
Finalmente, conviene tener en cuenta que en los comentarios anteriores hemos soslayando el freno al avance que supone el rozamiento de la lava, porque si bien en primera instancia esta penetraba directamente sobre el agua del mar de la antigua bahía, luego al correr del tiempo, tendría que ir deslizándose sobre las coladas primitivas solidificadas y ello provocaría una ralentización de su movimiento, debido al importante frenado producido por el efecto del rozamiento de la lava con la roca solidificada.
Situación de los Peñones del Puerto de la Cruz
Los tres grandes peñones que surgieron con las erupciones comentadas en las crónicas anteriores, de los cuales actualmente sólo subsisten dos, se encontraban - y actualmente siguen estando en la misma situación inicial, salvo uno de ellos que ha desaparecido -, situados en la zona occidental del pueblo concretamente, entre las calles Teobaldo Power y el Cementerio de San Carlos.
Lo que parece claro es que su formación debió proceder de la primera y más antigua erupción que dio origen al suelo sobre el que se sitúa la parte occidental del Puerto de la Cruz, o sea que proceden de la erupción de los volcanes Montaña del Fraile y Montaña las Gañanías, que volcaron sus lavas sobre las zonas que actualmente se extienden entre el Muelle Pesquero y Punta Brava.
Desconozco, por no haber encontrado estudios de datación de estos peñones, si todos son de la misma antigüedad o si su formación tuvo lugar en épocas diferentes, por lo que no me pronunció acerca de este tema. En consecuencia, el orden en que abordo su descripción es totalmente arbitrario y no guarda ninguna relación con su posible antigüedad. 
Para la descripción de los peñones, he preferido tomar como criterio principal, su menor o mayor cercanía a la Plaza del Charco, comenzando con el más cercano a la plaza citada, que indudablemente, es el que en el siglo XVIII era conocido como Peñón de Blanco y que a lo largo de los últimos tiempos de su existencia fue llamado Peñón de Armas y finalmente, Peñón de Fumero.  
El Peñón de Blanco
         Este peñón se encontraba situado entre la Calle Nueva [1], -actualmente denominada Teobaldo Power-, que se extiende desde la calle Mequínez hasta Puerto Viejo-, la Calle Peñón, que tomó su nombre de la presencia de esta masa de roca y se prolonga desde Puerto Viejo hasta la calle Sor Pura y, finalmente, la calle de Puerto Viejo, que comunica la Plaza del Charco con la zona más oeste del municipio. Este peñón, cuyo nombre, tal como mencionamos anteriormente, fue cambiando al correr del tiempo, se encontraba situado justamente en la zona donde confluyen las tres calles mencionadas. 
             Hasta gran parte del siglo XIX, esta enorme roca fue denominada como Peñón de Blanco, por ser justamente la zona que ocupaba, propiedad de los hermanos Nicolás y Bernardo Blanco, que a pesar de su apellido castellanizado como Blanco, en realidad eran irlandeses, procedentes de Waterford, siendo su auténtico y original apellido White. Se supone que castellanizaron su apellido manteniendo el significado original del mismo, para obtener así más facilidades para embarcar los famosos vinos malvasía en los navíos que viajaban hasta América, pues aunque los embarques de estas mercaderías hacia Las Indias, como por entonces se llamaba al continente americano, estaban prohibidos, los españoles residentes en las islas Canarias los efectuaban, a veces por permisión real y otras sin él, a hurtadillas.
            En los Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava [2], escritos por el alcalde portuense A. Rixo, en la crónica relativa al año 1785, encontramos la primera cita relativa a este peñón:” Falleció el Alcalde de Agua don Nicolás Blanco, cuyo ostentoso entierro fue semejante al de su hermano don Cristóbal (que ocurrió en 1777), llenándose el pueblo de admiración al ver la opulencia de estos comerciantes. Durante su alcaldía de agua se quitó un tanquillo y chorro del abasto que había en el lado poniente del Peñón denominado de Blanco y se transfirió a la inmediación del sitio o Jardín de Sarmiento, que ahora llaman del Serení, a causa de cierta canción vulgar así titulada que estaba muy en boga entre las aguadoras y muchachos de la calle que allí iban por agua…”. 
En 1790 aparece nuevamente citado el Peñón de Blanco - pero en este momento ya era propiedad de Dª Bárbara Strickland, la viuda de D. Nicolás Blanco-, en relación con la elección de un sitio para el emplazamiento de un nuevo jardín botánico. Sobre este asunto A. Rixo comenta [3]: “Tratábase ahora de la creación o establecimiento de un jardín botánico; y el señor Marqués de Villanueva del Prado, don Alonso de Nava y Grimón, comisionado a tal efecto por Su Majestad (S. M.), fue con don Gregorio Casañas [4] a proponer a doña Bárbara Strickland de Blanco si quería prestar o arrendar su sitio de La Ranilla junto al Peñón denominado de Blanco, para hacer el ensayo de aclimatación y comprárselo si prosperaban las plantas. Pero la señora excitada por su sobrino don Patricio Power [5], joven inexperto, que parece que creyó desdora de la casa tal proposición, respondió mil tontedades, siendo forzoso tomar un trozo de terreno a los señores de Bautista, por encima de la ermita de La Paz, con condición, parece, de devolver el fondo cuando deje de aplicarse al útil objeto con que se le cedía a S.M.”
                                     Vista del Jardín de Aclimatación de Tenerife. 
De la lectura del párrafo de A. Rixo se infiere, que de haber prosperado las negociaciones con la familia Blanco, el Jardín Botánico pudo quedar establecido dentro del casco portuense, concretamente, en un espacio cercano al Peñón de Blanco y no en las afueras de la población, sobre terrenos que por aquella época pertenecían al municipio de La Orotava. El terreno en que finalmente se instaló el Jardín Botánico, que actualmente permanece en su primitiva sede, pertenecía a D. Francisco Bautista de Lugo y Saavedra, señor de Fuerteventura.
                                                Antigua imagen del Jardín Botánico
Esto explica, que aun hoy, en la bibliografía científica, este jardín sea denominado como Jardín de Aclimatación de la Orotava, a pesar de que se halla situado en el municipio portuense aunque hay que añadir, que siempre ha sido popularmente conocido como Jardín Botánico, a secas. Su importancia fue tal, que dio nombre a toda la zona que rodea al jardín y que aún se sigue conociendo con el topónimo El Botánico, que también se aplica al jardín.
                                     Antigua puerta de entrada al Jardín Botánico

A. Rixo en los Anales [6] cita al hablar de 1831: “continuó empedrándose la calle del Peñón” y más adelante, en un comentario relativo al año 1868,  vuelve a mencionar el Peñón de Blanco  [7], afirmando También durante el verano y otoño último se han construido algunas otras casitas de pobres en el pago de San Antonio y otra se acrecentó de alto, en la calle frente al Peñón que llaman de Blanco”.




[1] La actual calle de Teobaldo Power fue llamada Calle Nueva y anteriormente se la denominó Calle El Lomo. Anales p. 258.
[2] Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava (1701-1872). José Agustín Álvarez Rixo. Editado por el Cabildo Insular de Tenerife y el Patronato de Cultura del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz. 1994. p. 113. En lo sucesivo lo citaré sólo como Anales.
[3] Anales, p. 125-126.
[4] A. Rixo lo menciona afirmando:"D. Gregorio Antonio Casañas, natural de este Puerto, para no haber tenido estudios fue un hombre de bastantes merecimientos, por ser dotado de viveza, buena razón y cierto espíritu público que faltaba a sus contemporáneos..." Anales p.112.
[5] La Casa de Comercio de la familia irlandesa Power estuvo establecida en Tenerife desde principios del siglo XVIII.
[6] Anales, p. 317.
[7] Anales, p. 482.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Los orígenes del Puerto de la Cruz de la Orotava (3)

En el artículo anterior pusimos de relieve como el riguroso estudio efectuado por Carracedo y colaboradores, demostró que la erupción vista por Colón en 1492 y a la que se atribuía la formación del solar de nuestro municipio, en realidad era correspondiente a la erupción del volcán Boca Cangrejo, que por su situación, jamás podría haber llegado a las costas de la isla donde está situado el Puerto de la Cruz. 
Comentamos en este nuevo artículo pruebas científicas fehacientes que permiten establecer de manera bastante aproximada, la antigüedad del suelo sobre la que se asienta el municipio del Puerto de la Cruz.
Datación de la erupción que formó el Valle de La Orotava
En torno al año 2007, un grupo de geólogos entre los que se encontraba el portuense Juan Carlos Carracedo Gómez, llevaron a cabo un riguroso estudio de las erupciones volcánicas ocurridas en nuestra isla y en particular de la que dio origen al Valle de la Orotava. Para efectuar el estudio, recogieron muestras de rocas de diferentes zonas del Valle de la Orotava, para estudiar tanto su composición química, como para tratar de establecer su antigüedad.
No voy a entrar en demasiados detalle técnicos sobre los procedimientos usados en este estudio y sólo comentaré que la datación de la edad de las rocas fue llevada a cabo midiendo las proporciones relativas de los isótopos de carbono de masa 12 y 13 unidades, así como los de argón de masa 40, y que el análisis fue efectuado en un conocido laboratorio de Estados Unidos. Es de sobra sabido por los científicos, que una vez conocidas las proporciones de estos isótopos en las rocas estudiadas, resulta factible llegar a datar con un cierto margen de error la edad de las rocas.
Los resultados obtenidos de este estudio, mostraron inequívocamente que las rocas del Valle de la Orotava estudiadas, se originaron en torno a 30.000 años antes de Cristo (a.C.) y por tanto que la erupción de la Montaña de la Horca- nombre con el que se conocía la Montaña de las Arenas, también denominada Montaña de Taoro-, tuvo lugar en torno a los 30.000 años a.C., fecha muy alejada de la que tradicionalmente se venía ofreciendo para la antigüedad de las citadas erupciones, que como comentamos en el artículo anterior, al principio se fijaba en 1430, pues como ya indicamos, el navegante genovés Cristóbal Colón en uno de sus viajes a América, comentó en su diario, que al pasar por las cercanías de Tenerife observó  un volcán en erupción.
Esta ha sido la referencia que durante siglos ha sido utilizada erróneamente para fijar la edad de la formación de la costa norte, suelo sobre la que se asentó la actual ciudad del Puerto de la Cruz, en torno a 600 años.
El estudio descrito permite aseverar que la erupción o erupciones, que rellenaron la bahía que en la antigüedad existía con sus coladas volcánicas, dando origen al suelo donde al correr de los milenios se asentó nuestro pueblo, data de aproximadamente 30.000 años y no 600, como se veía sosteniendo hasta entonces.

Montaña de las Arenas o de la Horca
El suelo sobre el que se asentó el Puerto de la Cruz constituye lo que se conoce en Canarias como una “isla baja”, ya que sus terrenos proceden de coladas lávicas de material basáltico, procedentes de los volcanes que se hallaban a varios cientos de metros hacia el interior, fundamentalmente La Horca y Montaña de Los Frailes, que cubrieron la superficie marítima con una gran plataforma horizontal hacia el centro y el oeste, respectivamente.
Los materiales lávicos sobre los que se asientan las tierras portuenses tienen un doble origen; por un lado, la parte oeste del término municipal fue cubierta por basaltos y traquibasaltos procedentes de la montaña de los Frailes y de La Horca, los cuales llegaron a ganar mucho terreno al mar. Este fue el origen de las zonas situadas desde la Plaza del Charco hasta Punta Brava.
Por el otro lado, el sector oriental es del dominio de los basaltos, que dieron origen a la región de Las Cañadas y a la denominada Cordillera Dorsal que recorre la isla de este a oeste. El suelo sobre el que asienta nuestro pueblo proviene de esta última erupción y no hay que mirar imágenes antiguas para observar como hay un pronunciado desnivel entre la Montaña del Taoro y las zonas colindantes y la parte más baja de nuestro pueblo situada junto al nivel del mar. 
Panorámica aérea del Valle de la Orotava, con la situación de la Montaña de Taoro
Evidentemente, carecemos de datos históricos sobre la erupción citada, pero podemos hacernos una idea de su duración y de la cantidad de material expulsado, sin más que pensar fue  capaz de rellenar la franja marina comprendida entre el muelle y San Telmo, ganando una importante cantidad de terreno al mar, y cubriéndola con una ingente cantidad de material rocoso. Actualmente, todavía son evidentes las pronunciadas pendientes existentes entre el comienzo de la calle Blanco en Las Cabezas y la Plaza del Charco, y entre la Playa de Martiánez y los llanos de La Paz, por citar dos ejemplos bien visibles.
Calle Agustín de Bethencourt
Calle Blanco casi a su llegada a Las Cabezas 

En los años 40-50 del pasado siglo XX, el origen volcánico de nuestro pueblo era todavía mucho más evidente que actualmente y así, en la actual calle de Agustín de Bethencourt, llamada antiguamente calle de La Oposición, en el tramo comprendido entre el cruce con la calle Iriarte y la zona conocida como Punta de la Carretera, se apreciaba un enorme pedregal, que los cabuqueros, a fuerza de trabajo, fueron destruyendo a golpes, para ir dando un aspecto más llano y transitable a estas calles. De manera similar, entre la zona de la calle Iriarte, comprendida entre Cólogan y San Juan existía un pronunciado desnivel, que aún subsiste en forma de escalones, que hasta gran parte del siglo pasado se conocía como la Calzada del Conchos y con carácter general, lo mismo ocurre con todas las calles que confluyen en la plaza del Charco, tales como Blanco y Nieves Ravelo.
Calle Iriarte y al fondo la Calzada del Conchos
Finalmente, para darse cuenta del origen volcánico de nuestro pueblo, sólo hay que mirar los bajíos de Punta Brava, Mequínez, San Telmo y Martiánez, erizados de rocas, que constituían un auténtico peligro para la navegación y que en las épocas invernales, cuando el mar estaba de leva, ocasionaron en los siglos pasados muchos naufragios, de los que A. Rixo se hace eco en el Apéndice final de sus Anales, citando 32 ocurridos durante el siglo XIX con 41 personas fallecidas, por romperse los navíos con las rocas de los bajíos citados, muy particularmente en las zonas del actual muelle pesquero, donde las rocas de la baja que existe a la entrada, constituían un peligro para la navegación, obligando a los grandes barcos a situarse en las afueras del actual muelle y en el conocido como Limpio del Rey, comprendido entre el actual Penitente y las rocas conocidas como el Pris o Prois, término antiguo usado para designar aquellas zonas en la que fondeaban los barcos amarrados a los rocas de los alrededores.
Esta era una parte muy accidentada de las costas portuenses, y eran llamadas Peñas del Infierno, más conocidas actualmente como El Penitente, sobre las cuales se perdieron gran número de navíos en los temporales que azotaban nuestra costa y cuyas rocas, indudablemente procedían de material lávico, que llegó al mar en una zona de relativa profundidad. Citaré como ejemplo que en la crónica correspondiente a 1812, A. Rixo narra en sus Anales:"Este año se perdió en el Rey, estrellándose contra el risco llamado El Penitente, el bergantín del tráfico llamado El Hierro. Estaba cargado de trigo, que era uno de los que se habían comprado para la pesca de la Costa de África y al tiempo de sumergirse salió del bajel una polvareda, que causó admiración". Muchos años después, sobre estas rocas, se construyó en 1930 el actual muelle de El Penitente, pero esa es otra historia que ya comentaré en su día. 
Citaré también, y más adelante volveré a tratar este tema, como durante los siglos XVI, XVII y gran parte del XVIII, en la zona que actualmente ocupa la Plaza del Charco, existieron varios charcos de agua salada, cuyo nivel crecía y bajaba con las mareas y que en los primeros tiempos contenían camarones. De esta hecho, derivó el topónimo Plaza del Charco de los Camarones, que se convirtió finalmente, en Plaza del Charco, al desaparecer los charcos de agua salada y los camarones por la ocupación humana del terreno. Por tanto, este topónimo deriva de la presencia en los siglos pasados de varios charcos de agua salada y no por la formación del gran charco que se produce por la inundación de la plaza, hecho que ocurre siempre que hay lluvias torrenciales y que evidente se origina, por el acusado desnivel que existe entre el terreno en que está situada la plaza y las zonas circundantes, como Las Cabezas y las calles de Quintana, Blanco y Nieves Ravelo, hecho que ya cité anteriormente.  
Creo que por lo expuesto en estas tres primeras crónicas, queda perfectamente demostrado gracias al trabajo del geólogo Carracedo y sus colaboradores, que el pedregoso solar sobre el que asienta nuestro pueblo, tiene aproximadamente 30.000 años de antigüedad y no en torno a 600, tal como ha venido afirmándose hasta época relativamente recientes. Finalmente, conviene tener en cuenta que estamos hablando de la formación del suelo y no del pueblo, cuyo origen tal como hablaremos en crónicas posteriores se remonta al siglo XVI.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Los orígenes del Puerto de la Cruz de la Orotava (2)

En la primera crónica que publiqué, se narró la erupción que describió el navegante genovés Cristóbal Colón en su Diario de Viaje, cuando volvía desde la isla de La Gomera hasta la de Gran Canaria en 1492. Esta erupción tradicionalmente había sido aceptada por varios autores, como la que dio origen al territorio donde actualmente se sitúa el Puerto de la Cruz de la Orotava. Sin embargo, en esta nueva crónica vamos a describir que se trataba de la erupción del volcán Boca Cangrejo y que por la situación de este volcán, no pudo ser la responsable de la formación del Puerto de la Cruz.
La erupción del volcán Boca Cangrejo en 1492
En la página 54 del libro  “El Volcán Teide. Geología y volcanología del Teide y las dorsales[1] escrito por J. C. Carracedo y colaboradores, se dedica un amplio comentario a la erupción del volcán Boca Cangrejo de 1492, que muchos autores han identificado como “la erupción de Colón”, atendiendo a que el navegante genovés, en el Diario de a Bordo de su primer viaje hacia América, escribió: “el Almirante resolvió a 23 de agosto (de 1492) volver con sus dos naves a Gran Canaria. Zarpó al día siguiente… y pasó aquella noche cerca de Tenerife, de cuya cumbre que es altísima, se veían salir grandes llamaradas. Puesto que sus hombres se asombraban, les explicó el fundamento y la causa de aquel fuego, aduciendo al respecto el ejemplo del Monte Etna en Sicilia, y de otros muchos donde se veía lo mismo. Pasada aquella noche, el sábado 24 de agosto llegaron a Gran Canaria…”.
De acuerdo con este relato, sabemos que Colón cruzó de la Gomera a Gran Canaria la noche del 23 de agosto de 1492 y que vio grandes llamas en la cumbre de la isla. En su diario Colón no dice que las vio en el Teide, sino “en la cumbre que es altísima”, lo que deja abierta la puerta a que las llamas de la erupción pudieran proceder de una cota más baja. 
Los autores del anteriormente citado libro, han llevado a cabo la  datación de la fecha de la erupción del volcán Boca Cangrejo a través del análisis de las proporciones de carbono trece y de argón de las rocas expulsadas por este volcán. Como fruto de su estudio, afirman en su publicación que:”la edad de radiocarbono del volcán de Boca Cangrejo, situado en el Rift noroeste a unos 2 Km al sur del Chinyero y a una altura de 1500 m., es perfectamente compatible con la observación de Colón, por lo que se puede incluir esta erupción de Boca Cangrejo de 1492 entre las erupciones históricas de Tenerife”.
Citaré a continuación la descripción y situación del volcán Boca Cangrejo, usando para ello las palabras de los autores ya citados: “El volcán Boca Cangrejo es un pequeño cono de cínder situado a poco más de un kilómetro del Chinyero (1909). El aspecto de las coladas de ambas erupciones es similar en cuanto al grado de conservación, reimplantación del bosque, etc. Al estar situado en la fractura de Chío, las lavas de Boca Cangrejo, de composición intermedia, se derraman por la ladera en dirección suroeste, muy ramificadas sobre las coladas de Montaña Cascajo. Al llegar a la zona de Arguayo forman un único brazo, cayendo en cascada al Valle de Tamaimo, que recorren sin llegar al mar”.     

Montaña Boca Cangrejo
Evidentemente, los autores entre los que se encuentra el portuense Juan Carlos Carracedo, identifican la erupción que divisó Colón desde el mar viniendo desde La Gomera a Tenerife en 1492, con la erupción del volcán Boca Cangrejo, lo que introduce una importante contradicción, pues este volcán se halla situado en la vertiente centro norte de la isla, y tal como indican los autores no llegó a alcanzar la costa cercana de Garachico y por ello nunca pudieron dar origen al suelo sobre el que actualmente se asienta el Puerto de la Cruz .
Localización del cono principal y de la zona afectadas por las coladas
Situación relativa de Garachico y los volcanes Chinyero y Boca Cangrejo
Bomba volcánica emitida por el volcán Boca Cangrejo

Esta conclusión choca frontalmente con la versión aceptada por otras muchas publicaciones, que citando como fuente la tradición oral de los antiguos guanches, concluyen que fue la erupción observada en 1430, la que dio origen al  suelo en que asienta hoy día la ciudad del Puerto de la Cruz.
Una opinión discrepante
En interesante comentar que la doctora Carmen Romero Ruiz, profesora de la Universidad de La Laguna y especialista en geomorfología volcánica, asegura haber hallado una referencia documental hasta ahora desconocida, procedente de una “fuente fidedigna del siglo XVIII, que habla textualmente de la primera erupción volcánica producida en Tenerife, después de la conquista de la isla”. La relevancia de este hallazgo radica en que “especifica por dónde corrieron las coladas lávicas, las cuales coinciden con la erupción de Boca Cangrejo”.
Se puede deducir de esta controversia es que si Boca Cangrejo entró en erupción después de conquistada la isla de Tenerife, que como sabemos concluyó en 1496, entonces el fuego de la sierra que viera Cristóbal Colón y que relató en su Diario no pudo ser la erupción de Boca Cangrejo. Es necesario tener en cuenta además, que las dataciones realizadas con isótopos radiactivos, tal como fue la llevada a cabo por Carracedo y colaboradores para este volcán, nunca dan una fecha exacta, sino un espacio temporal en el que se encuentra la fecha del objeto, en este caso la roca volcánica estudiada. Pues bien, para terminar de sembrar la duda, parece que la datación dada por Carracedo y colaboradores puede encajar también con los nuevos los datos aportados por la investigadora Romero. Tendremos que esperar para saber si nuevas y más precisas dataciones pueden elucidar cuál de las dos fechas es más correcta, pues en caso de ser la opinión de la doctora Romero, quedaría en el aire nuevamente cuál fue la erupción que vio Colón en su viaje desde La Gomera a Tenerife en 1492.
Conclusión final
El estudio comentado permite descartar terminantemente, que fuese la erupción que vio Colón, la que dio origen al suelo del Puerto de la Cruz. Por tanto, se puede aseverar que la fecha de formación del suelo donde se asienta actualmente la ciudad del Puerto de la Cruz no data de 1430, como se venía sosteniendo hasta hace relativamente poco tiempo.






[1] El Volcán Teide. Geología y volcanología del Teide y las dorsales. J.C Carracedo, E. Rodríguez Badiola, H. Guillou. S. Scaillet, M. Paterne y F.J. Torrado. 2ª Ed. 2008.